¡Ahí vienen los
indios!
Al escaso conocimiento del pasado de los pueblos
antiguos se ha sumado la ligereza en las descalificaciones.
En una charla sobre memoria y pueblos
antiguos, una joven comentó al final de mis palabras: "Usted no ha dicho
nada sobre las matanzas en Magallanes, sobre el pago por orejas de indio".
Ella confundía el asedio criminal de los colonizadores hacia los selknam con
las muertes por pestes y cambios culturales de los yaganes. El territorio de
estos últimos era menos apetecido y el "pionero" prefirió
incorporarlos a sus estancias. Fueron muriendo por otras causas.
Los indios australes son en realidad
varias razas con lengua, vestimentas, hábitos cotidianos, mitos y ceremonias
muy diferentes. Un yagán, un selknam (ona), un kawésqar (alacalufe) y un
aonikenk (tehuelche) son tan distintos como un francés, un español, un alemán y
un italiano. O quizás más. Estos grupos poblaron las tierras al sur del canal
Beagle, la isla grande de Tierra del Fuego, el gran archipiélago occidental y
las estepas al norte de Punta Arenas.
A pesar de haber tenido identidades
reales y no ambiguas como la nuestra, y aunque su presencia era larga y
llamativa en cada territorio, han sido tratados "a bulto" durante
siglos. El proceso de enseñar a distinguir una etnia de la otra ha sido largo,
incluso en la Región de Magallanes, allí donde se les acabó el camino después
de tan prolongada migración.
Al escaso conocimiento del pasado de
los pueblos antiguos se ha sumado la ligereza en las descalificaciones. Uno de
los insultos habituales al ver que una persona hace algo indebido o poco culto,
es: "¡indio de…!". Revisemos. Ni una de estas tres razas fue
depredadora. Ni una hacía de su casa y de su entorno un basural. Ni una lanzaba
a las quebradas lo que le sobraba. Los canoeros ni siquiera arrojaban al mar
las cáscaras de los moluscos que consumían en gran cantidad. Eran
ambientalistas de primer orden, sin necesidad de otras enseñanzas que no fueran
los sabios consejos de sus padres, padrinos y abuelos en las ceremonias de
iniciación a la pubertad, ni más ejemplos que las buenas conductas en sus
comunidades.
No idealizo a la distancia. Muy
claros son los elocuentes estudios del sacerdote alemán Martín Gusinde, que en
sus cuatro viajes a la zona, entre 1919 y 1923, logró hacer la mayor y mejor
investigación etnológica y antropológica que existe sobre selknam y yaganes. No
pudo registrar idioma y cantos, por la modestia de sus recursos, pero tomó
fotografías espléndidas, que en estos días están siendo exhibidas en el Palacio
Baburizza de Valparaíso. Sus retratos hablan de la sabiduría y talento de
Martín Gusinde, pero también de su amistad, cariño, compasión y respeto por los
hombres del mundo antiguo, a quienes logró inmortalizar cuando quedaban sus
últimos vestigios en nuestra América.
Patricia Stambuk M. Periodista,
Academia Chilena de la Lengua
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